La emergencia sanitaria llegó a principios de marzo, casi al mismo tiempo que se desplegó por todo nuestro continente. Por ese entonces, las autoridades de gobierno anunciaban que había preparativos suficientes, y ventiladores para quien lo necesitase en caso de urgencia. Los anuncios se hacían con altivez y en tono desafiante. Luego se hablaría de nueva normalidad, de retorno seguro, de vuelta a clases, abrir los centros comerciales.
Desde entonces y por lo ocurrido todo indica que aquellos anuncios correspondían a un optimismo exacerbado construido sobre la mirada de un país inexistente. Por eso las autoridades y las elites pretendieron volver al país previo al 18 de octubre. De allí que la agenda social que, el estallido social exigió, comenzara a olvidarse. Se ponía el acento en lo que ocurría en otras partes del mundo mientras, se promovían indultos a culpables de delitos de lesa humanidad, se alentaban leyes criminalizadoras de la protesta social. En paralelo y pese al hacinamiento carcelario se mantenía detenidos a los prisioneros políticos de la protesta social y no se adoptaban las medidas adecuadas que impidieran la propagación en los centros carcelarios.
Amparados en el estado de excepción de Catástrofe, se contuvo al movimiento social y a la población en general con las necesarias medidas de prevención. Los anuncios y las cifras de la pandemia se hacían acompañados de discursos disciplinarios más que educativos. Discursos pronunciados por autoridades e instituciones que cargaban sobre sí enormes desconfianzas de la población. La crisis de derechos humanos a partir del 18 de octubre pasaba al olvido en la agenda informativa, para abrir paso a una nueva crisis, la sanitaria y la económica. Entretanto, las autoridades y sectores afines promovían iniciativas que los protejan ante tribunales internacionales ante la eventualidad de acusaciones por los muertos, mutilados y heridos
Mas los escenarios diseñados por las autoridades para enfrentar la emergencia sanitaria no se cumplieron. La realidad superó las expectativas gubernamentales. Los hospitales se encuentran casi a plena capacidad, los ventiladores disponibles disminuyen con celeridad, los fallecidos aumentan causando enorme dolor a sus familias y entorno social, los contagiados se extienden y, en paralelo, las políticas de apoyo económico orientados a las familias populares no llegan y cuando lo hacen, llegan con retraso, en el momento que la realidad es más dramática aún.
Nadie pone en duda que la emergencia sanitaria es inédita. Y la dinámica obliga a aprender sobre la marcha. Pero lo que es inexcusable es actuar a destiempo, sin conocer la realidad profunda del país y aferrarse a concepciones evidentemente fracasadas. Las causas de la difícil situación hospitalaria y de salud tiene causas estructurales: una salud orientada por el mercado y un sistema de salud pública precarizado al máximo. El sistema de ahorro previsional entregado al mercado y con pensiones miserables. El retraso e insuficiencia de las medidas paliativas en lo económico tienen su explicación en miradas económicas neoliberales que no consideran el grave cuadro social que enfrentamos
En fin, en medio de la emergencia sanitaria se pretendió olvidar el país real, aquel que había salido a las calles masivamente por meses y que en marzo reiniciaba las movilizaciones. Se despreciaron las razones que explican el estallido en el país “más exitoso de la región”. Se pretendió y pretende hasta hoy olvidar las profundas desigualdades e innumerables abusos sufridos por la inmensa mayoría de la población y no solamente los más pobres Se despreciaron las razones de dicha movilización y se pretende olvidar las injusticias acumuladas, el descrédito de las instituciones y los partidos políticos por hechos de corrupción y malas prácticas institucionales, políticas y comerciales. Pero la crisis sanitaria hizo más evidente aún las desigualdades y las injusticias. Y también aceleró la crisis económica que ha incrementado las tasas de desocupación, una reducción drástica de los ingresos en los hogares y un aumento de la pobreza y la extrema pobreza.
Chile está en la ola de la emergencia y todavía no se logra estabilizar la pandemia señaló Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), y confirmando lo que el país vive día a día, agregó “lo que más nos preocupa es que pueda haber más enojo social del que había antes de la pandemia, justamente porque la desigualdad y la pandemia, han demostrado grandes deficiencias estructurales que se vienen arrastrando en materia de salud y protección social”.
Y estos han sido días de intranquilidad, dolor, pobreza e indignación. Días en que estos sentimientos y realidades comienzan a expresarse socialmente. Las recientes protestas en medio de la pandemia, las ollas comunes, la tensión social existente, auguran días difíciles, desafíos nuevos y exigencias sociales que ningún acuerdo en las alturas puede representar y menos contener.
Más aún cuando las demandas sociales hablan de transformaciones estructurales al orden económico, social y político vigente.
Habrá que escuchar la voz de los más afectados por las crisis sanitaria, económica y social.
CODEPU
Mayo 24, del 2020.
Foto: Twitter: P. Montecinos