LA MUERTE DE VICENTE TRUJILLO EN MANOS DE UN MILITANTE NEONAZI
Hugo Catalán Flores*
Hoy se inicia el juicio por el asesinato de Vicente Trujillo en manos del militante neonazi Cristian Núñez Fernández.
La ideología sobre la existencia de una distinción y superioridad racial –la noción de “razas humanas” ha sido rebatida y eliminada por la ciencia hace varias décadas por imprecisa. Pese a ello, aún se usa políticamente para describir un odio y desprecio a diferentes fenotipos o culturas de distintos orígenes geográficos y es un poderoso veneno que corroe la mente de muchos individuos.
Esta idea adquiere especial relevancia en momentos que en Chile resurgen programas políticos que tienden a destacar virtudes “raciales” del chileno, encuadradas en la denominación genérica de “patria/patriotistas/patriotismo”.
El sábado 10 de agosto de 2019 entre las 20 y 21 horas en el barrio Matucana de la comuna de Santiago, dos hombres se cruzan por única vez con consecuencias para ambos. Vicente Trujillo Bedon fue víctima del odio xenofóbico; el otro, Cristian Núñez Fernández el victimario (en la foto), militante declarado de una célula de orientación neonazi, quien propinó una puñalada con un arma blanca en el corazón, herida que le produjo la muerte a la víctima.
Vicente inmigró desde Perú hace más de una década buscando oportunidades para desarrollar un proyecto de vida, proceso que le permitió establecerse con su familia en un barrio de la capital, compartiendo experiencias y enriqueciendo el propio entorno de sus vecinos.
El victimario, oriundo de Concepción, que se le apoda como “la araña” por sus notorios tatuajes que cubren parte de su rostro, se contaminó con la idea de que había una supremacía racial que distingue a la identidad chilena con una narrativa de pureza que debe ser defendida de la presencia de extranjeros, pero no de cualquier lugar del mundo, especialmente de los que tienen su origen en países andinos y latinos.
Vicente creía que la condición de inmigrante era una circunstancia accidental, una singularidad que lo instaló en una realidad cultural distinta a la que lo educó y formó, pero que en el fondo esa distinción sirve como referencia gregaria y no determina ni las capacidades físicas o intelectuales, ni la voluntad para mejorar la existencia, ni menos define el desempeño ético de las personas.
El victimario creía en la superioridad de unos grupos étnicos –razas- sobre otros, al punto de argumentar haciendo eco a teorías de conspiraciones de control mundial, planes improbables sobre infiltraciones extranjeras y conceptos que buscaban mantener la “limpieza racial”. También le hacía sentido lo que parecía un argumentos central que justificaba su esfuerzo militante: la inmigración coloca en riesgo las fuentes laborales de los chilenos, además del acceso a servicios públicos y bienes de consumo, todo potenciado por políticos de derecha que ven en el fenómeno de des-territorialidad de países continentales un riesgo para la identidad y unidad de la nación, discursos que mirados con cierta distancia son útiles para explicar la propia precariedad que el sistema neoliberal genera en habitantes marginados socialmente.
Un contexto que no se debe dejar pasar es que el domingo 11 de agosto de 2019 estaba convocada una marcha anti-inmigración. El sentido era protestar por la política “permisiva” de distintos gobiernos ante la presencia de inmigrantes en varios ámbitos de la vida social y que según los convocantes, partido “Social Patriotas”, su presencia disputaba espacios espacialmente laborales a los chilenos.
Finalmente, la Intendencia metropolitana no autorizó la convocatoria y los propios organizadores bajaron el llamado. A pesar de aquello igual llegó un grupo reducido de militantes y activistas reaccionarios que se reunieron en plaza Baquedano -hoy Dignidad- unas dos docenas de convocados.
En ese contexto, 18 horas antes del inicio de la movilización neonazi, Vicente caminaba de regreso a su casa por avenida San Pablo después de la jornada laboral en una construcción, concentrado en sus pensamientos, no se dio cuenta que por la vereda del frente y en sentido contrario dos hombre y una mujer realizaban una jornada de “barrido” de migrantes –que es como denominan las acciones de violencia física en contra de extranjeros latinos, y que son recurrentes en esa zona de la comuna de Santiago. El victimario le grita preguntándole su nacionalidad y acto seguido comienza a insultarlo. La víctima solo atina a continuar su camino sin prestar atención a los insultos. Finalmente el malhechor cruza la calle, se acerca y sin ni una respuesta o provocación de parte de Vicente, le propina una estocada que lo hiere gravemente.
Los militantes neonazis huyen, la víctima camina con dificultad hasta alcanzar a unos cuidadores de autos y cae. Llaman a la ambulancia mientras una patrulla de seguridad municipal ante la descripción de testigos identifica al victimario –señales corporales tales como tatuajes, vestimenta negra con bandera chilena y cabeza rapada- persigue al sujeto que al verse acorralado se escabulle a un supermercado. Es descubierto y detenido, no sin antes reivindicar a viva voz su militancia e ideología, justificando su acción y expresando conceptos de odio a los extranjeros latinos, todo lo cual quedó registrado por los funcionarios policiales que procedieron a su detención.
A Vicente Trujillo le sobrevive su mujer y dos hijos.
Es evidente la relación entre el contexto de los discursos políticos supremacista que incentivan el odio por la vía de señalar a la migración como causa de los males sociales del sistema, y la acción del victimario Núñez Fernández. Una muestra más de que las narrativas xenofóbicas no son inocuas. Y no es arriesgado afirmar que esos discursos y lógicas sectarias son las mismas que alimentan expresiones de odio y desprecio a las identidades de las primeras naciones. Nociones todas que se han ido consolidando en la medida que avanzan las campañas políticas de la ultraderecha.
En lo inmedito este día 17 de noviembre, y por tres jornadas consecutivas, se llevará acabo el juicio que pretende esclarecer y sancionar el asesinato de Vicente Trujillo en manos del militante neonazi Cristian Núñez Fernández.
El equipo jurídico de CODEPU en representación de la familia, tiene claro que el asesinato del obrero de la construcción fue un acto empujado por la ideología racista que alimenta y levanta la supremacía racial como estandarte.
Estamos convencidos que este juicio debe colocar en evidencia la propaganda reaccionaria que circula por redes sociales, sostenida por adherentes de la ultraderecha, y potenciadas por el programa electoral de su candidato, son cuestiones que deben ser denunciadas y el crimen condenado.
*Equipo CODEPU