Ya se inició la toma,
Compañero calla la boca,
Cuidado con los pacos,
Que pueden dejar la escoba,
Cuidado con los pacos,
Que pueden dejar la escoba.
(Víctor Jara, La Toma)
En las décadas de los años cincuenta y sesenta ante la carencia de viviendas se inicia en Chile un largo proceso de tomas de terrenos. Lo anterior debido a las frecuentes y esperanzadoras migraciones del campo a la ciudad que promovieron la formación de innumerables “poblaciones casuchas” en sitios baldíos, construidas con desechos de cartón, madera, latas y similares, las cuales brotaron con tal rapidez y cantidad que fueron denominadas Poblaciones Callampas.
Las mismas se transformaron en una de las principales preocupaciones estatales durante el siglo XX, pues a la precariedad de autoconstrucción que tenían estas “ranchas”, se unían problemas como el hacinamiento, frio, falta de agua y de luz, alcantarillado, salud y recreación. Una medida respuesta, pero insuficiente, fue la creación en julio de 1953 de la Corporación de la Vivienda, Corvi.
“Ser pobre, tener chiquillos, tres palos y una bandera”. Eran las condiciones requeridas para participar en las tomas. Una de tantas, ocurrió durante la madrugada del 30 de octubre de 1957, en la que participaron más o menos unas 1200 familias provenientes del Zanjón de la Aguada. Tras dos incendios que habían dejado a 600 familias damnificadas, y más de una década esperando alguna solución -que irónicamente, los que no tenían nada, lo perdían todo- dieron resolución a los indecisos, valor a los temerosos y la razón a los que promovían la Toma.
Recordemos que el Zanjón de la Aguada era en aquellos años el mayor cordón de miseria del Gran Santiago, con una extensión de unos cinco kilómetros de longitud por al menos 100 metros de ancho, que cruzaba de oriente a poniente por toda la comuna de San Miguel y se estimaba para la época que dicho sector vivían alrededor de 30 mil personas, la gran mayoría niños y ancianos.
En cuatro horas ocuparon las 55 hectáreas que componían la Chacra la Feria, y durante los días siguientes continuaron llegando familias del Zanjón y de otros sectores aledaños, obligando a reducir el tamaño de los sitios originales para dar cabida a todos.
En un documento de la Dirección General de Investigaciones de fecha 31 de octubre de 1957, se relataba de esta manera los hechos:
“La ocupación comenzó aproximadamente a las 0 horas de hoy. Los ocupantes cortaron los cercados de un potrero de más o menos 55 hectáreas, ubicado inmediatamente al norte de la nueva población “La Feria”, recientemente entregada a sus actuales ocupantes, y al costado oriente del FF.CC Longitudinal Sur… Los nuevos ocupantes llegaron a este sitio en camiones, carretelas, carretones de mano, o portando enseres y maderas de sus casas quemadas”.
La acción de los pobladores de La Victoria no sólo fue un avance y/o un desborde de la institucionalidad y legalidad vigente sino además en lo fundamental para la época hizo visible a un actor social que había permanecido marginado no solo de la esfera pública oficial, sino también del imaginario político de la izquierda chilena, la que centraba su discurso: en la clase obrera y en el sindicato.
Los pobladores de La Victoria fueron sus propios urbanistas. Fueron los mismos pobladores los que diseñaron la población, lotearon los terrenos, definieron los espacios públicos y los construyeron junto a los estudiantes de la FECH. Se organizaron premiando y estimulando a los pobladores que colaboraran con la autoconstrucción para ir afianzando la toma.
Los pobladores nombraron calles como Carlos Marx, Unidad Popular, Cardenal Caro, Galo González, 30 de Octubre, Ramona Parra, Mártires de Chicago, Primero de Mayo, Ranquil y La Coruña, cual si fuesen testigos de su hazaña y de la memoria colectiva de la clase trabajadora.
Una obra fundamental para el desarrollo de la misma y la posterior población fue el periódico, “La Voz de La Victoria”, órgano oficial del Comité Central de Pobladores, que proclamaba en su misión ser «el vocero auténtico de las clases trabajadoras que viven y sufren heroicamente, sin desmayar en nuestra población» (La Voz de la Victoria, N° 1, 16 de noviembre de 1958).
La toma de terrenos de la población La Victoria marcó un antes y un después en la historia urbana popular de Santiago de Chile, pues si bien los pobres pauperizados y marginalizados existían con anterioridad y el problema habitacional ya estaba presente en la discusión nacional, con esta toma, los «pobladores» se hacían visibles como actores sociales, impidiendo que la situación de este grupo social continuara siendo ignorada por el resto de la sociedad. De hecho, las tomas fueron in crescendo incluso bajo la Dictadura Militar. Y el movimiento de pobladores tomó fuerza y protagonismo nuevamente a comienzo de los años ’80 en las Protestas Populares.
La historia de la población La Victoria es la historia de millones de chilenos en el último medio siglo: lucha por condiciones de vida dignas, compromiso con la causa de las izquierdas, las ilusiones depositadas en el gobierno de la Unidad Popular, la represión desencadenada por Pinochet, la lucha sacrificada de la resistencia popular contra la dictadura militar.
No cabe duda que en estos 60 años de sacrificio y dignidad por una vida más humana, muchos quedaron en el camino, dos detenidos desaparecidos: Clara Cantero y Víctor Hugo Morales Mazuela; dos ejecutados políticos, Luis Antonio Abarca Sánchez y Pedro Marín Martínez; y 7 caídos durante las protestas nacionales: Andrés Adalberto Fuentes Sepúlveda, Miguel Ángel Zavala Gallegos, Samuel Antonio Ponce Silva, Hernán Rodolfo Barrales Rivera, el sacerdote francés André Joachim Jarlan Pourcel, Boris Aroldo Vera Tapia y Cecilia Adelaida Piña Arratia.
Andrés Vera Quiroz
Foto: revistas.uach.cl