UN ANÁLISIS POSIBLE SOBRE EL FUTURO

Conversatorio CODEPU
13 de julio 2020.


“la inseguridad social no sólo mantiene viva la pobreza. Actúa como principio de desmoralización, de disociación social, a la manera de un virus que impregna la vida cotidiana, disuelve los lazos sociales y socava las estructuras psíquicas de los individuos”
Robert Castel


“aún hay condiciones de producción de futuro”
Franco Berardi

Un primer conversatorio, en un contexto social y sanitario, donde la posibilidad de producir futuro queda entre paréntesis. Los agentes del Estado han hecho de la inseguridad social, un escenario propicio para reprimir y anular las movilizaciones sociales que han ido en búsqueda de una sociedad donde la dignidad -más que un punto de encuentro-, sea el piso mínimo para desarrollarnos como seres humanos.

Por lo tanto, hablar de futuros posibles y seguridad, nos parece un acto urgente para desmontar los significantes conservadores que nos llaman a pensar en una realidad distópica, en sociedades de control si parafraseamos a Deleuze, donde futuro y seguridad sólo hagan eco de un devenir totalitario.

Contrario a esto, el conversatorio sobre “Derechos Humanos, Protesta Social y Pandemia: Futuros Posibles”, nos ha interpelado para pensar el futuro y la seguridad desde una ética e ideas políticas que apelan a cuestiones singulares, sensibles: Comunes. En ese sentido, tuvimos la oportunidad de escuchar y analizar qué implica “una defensa irrestricta de los Derechos Humanos”, en un momento en el cual el neoliberalismo es ley y no es otra cosa que terreno fértil para la reproducción del individualismo, el miedo y las desigualdades sociales.

Conversar sobre nuestros derechos, apela a la posibilidad de construir futuros posibles donde podamos subvertir la miseria que produce la pobreza y la disolución de nuestros lazos sociales. Cuando nos enteramos de que, más allá del asistencialismo, la focalización de las políticas públicas propias del neoliberalismo y la caridad de las políticas del gobierno actual, aparecen acciones de solidaridad entre los vecinos para volver a producir comunidad. Y sí, es desde esta realidad, donde podemos comprender que no hay ninguna clase media y que las categorías del oficialismo, no son más que ficciones que marginan al otro, que con justa razón se puede preguntar “¿entonces dónde estoy?”, ese otro que está sujeto a una realidad que excede toda ficha social que selecciona quién merece y quién no, un mínimo recurso para poder llegar a fin de mes. Es lo que se ha señalado como aquella “disociación entre la percepción de sí de las personas comunes en contraste a los datos e indicadores de las estadísticas gubernamentales”. Es por eso que hoy, en este contexto de pandemia, se nos hace evidente que la clase media, objeto de intervención del gobierno, es una mera ficción que vela la realidad histórica del abismo que hay entre quienes son cada vez más pobres porque existen otros que son cada vez más ricos. Por lo tanto, con justa razón podemos decir que el gobierno justifica su existencia a la base de una mentira concreta, porque su objeto de intervención simplemente no existe.

Pensarnos en esta complejidad, nos obliga a hablar, no de la crisis de las instituciones, sino del “colapso de las instituciones”, porque no hay realidad material que sostenga la organización actual de cualquier institucionalidad de facto. Es por eso que urge un proceso constituyente, porque la institucionalidad actual, en términos concretos, “no da”, no permite ninguna planificación mínima para “no padecer el futuro”, inquietud legítima, porque cuestiona la razón mártir y triste de todo reformismo que apela al sacrificio de las mayorías para el beneficio de unos pocos. En ese sentido, crear condiciones para “producir futuro”, significa construir espacios donde tengamos seguridad de que el derecho a una vida digna, no sea la razón ilusa de una comisaría a la vuelta de la esquina, de un bono, o una caja de alimentos con la firma proselitista del gobierno de turno. La seguridad social, puede ser sinónimo de una Ley que marque un piso mínimo que termine con la desconfianza entre los vecinos y las comunidades, que haga ilegal cualquier posibilidad de lucro con la salud, con la educación, con nuestras jubilaciones, es decir, que ponga en interdicción toda actividad que especule con nuestros derechos fundamentales. Este primer conversatorio, nos ha facilitado un lugar para creer en una nueva sociedad que termine con la constitución ilegítima de Jaime Guzmán y Pinochet, para hacer de nuestro mundo, una posibilidad inscrita en el tiempo presente.

Fidel Lajara Erices
Equipo Psicosocial
CODEPU
Julio 2020