Hugo Catalán Flores
Garrote o zanahoria ha sido el dilema de los gobiernos de las últimas décadas en Chile, un juego de estímulos condicionados al que el mundo popular se ve enfrentado entre actos de fuerza para doblegar alguna demanda social, el garrote; o las representaciones simbólicas del poder, queda en la retina el “gesto republicano” de Ricardo Lagos permitiendo el tránsito peatonal por el palacio de La Moneda al iniciar su gestión el año 2000, o la bonificación monetaria para subsidiar alguna necesidad en marzo, invierno, fiestas patrias o fin de año, la zanahoria.
Sin embargo, para la derecha no ha sido un dilema especialmente complejo el uso del garrote, y después si hay espacio, zanahorias. La violencia es el ethos que le da sentido a su historia, es parte de la formación de la identidad de este país, una élite paternalista que tiene la respuesta de lo que el pueblo requiere para solucionar sus necesidades.
Señal clara del garrote fueron las pocas horas que demoró el gobierno la noche del 18 de octubre de 2019 para decretar el “Estado de emergencia Constitucional” y que entre otras cosas le permitió restringir las reuniones públicas y contar con contingente de la FFAA controlando la efervescencia popular.
Por supuesto que serán los historiadores en 20 o 30 años los que estarán en condiciones de vislumbrar el alcance e impacto de este ciclo político que aún no concluye, pero de las cosas que debieran quedar medianamente claras está que el gobierno de Piñera usa la fuerza del garrote para controlar y reprimir reclamos sociales, con un costo de vidas y afecciones en la integridad física y síquica de miles de personas y familias, represión como no se tenía noticias desde la dictadura, tal vez solo con referencias de la política de exterminio que el estado chileno ha implementado en el wallmapu contra comunidades mapuche.
Chile vive una crisis política, una profunda fractura entre lo que la gente pide como mínimo para la vida y todo el discurso con el que responde la élite. Esta coyuntura está, además, cruzada por una emergencia sanitaria que coloca al modelo en revisión, una muestra de los límites de la política en clave de “anormalidad” y que nos ha permitido observar con mayor claridad la fractura expuesta en octubre.
En este escenario nos enfrentamos a dos pruebas de política institucional que deberán ser despejadas por la élite que nuevamente tiene en sus manos responder a la pregunta ¿qué es lo que necesita el mundo social respecto de sus necesidades?
Lo primero tiene que ver con el garrote, o mejor dicho con saber dónde pegar el garrotazo. El avance de la discusión parlamentaria con “suma urgencia” de la ley que reforma el Sistema de Inteligencia del Estado, mecanismo que ha sido indicado como el que permitirá señalar cuándo, dónde y quienes son los enemigos del orden. El martes se debe elegir al presidente de Comisión de Defensa después de haber prosperado la censura a Jorge Brito que levantaron dos diputados de derecha. De ese resultado dependerá qué tan rápido y sin modificaciones será despachado el proyecto en segundo trámite legislativo.
La segunda cuestión será sobre la sobrevivencia, el poder alimentar el cuerpo y cubrir las necesidades básicas. Para un segmento de la población que no tiene acceso a los beneficios del estado, significa esencial el retiro del 10% del ahorro previsional de cada trabajador, una alternativa que en todo caso se entiende como una medida de emergencia pero que debiera dar espacio para el debate estratégico sobre el sentido de un sistema de pensiones universal con garantías mínimas de acceso.
Sobre este debate se debe añadir que tiene una importancia estratégica, y lo entienden así desde el gobierno de derecha y toda la corte de defensores de la institucionalidad, y que a pesar de estar heridos desde la revuelta del año pasado, aún no han dado por perdida la guerra para mantener el orden neoliberal.
Si prospera el proyecto de ley, teniendo claro que deben pasar varios trámites para que se pueda acceder a los fondos de cada cotizante, será como dicen algunos actores políticos, el momento de mover la frontera de lo imposible, pero con la advertencia siempre vigente de la presencia del garrote.
Julio 12 del 2020